viernes, 26 de diciembre de 2008

El tesoro Andalusí


Óscar y Lucía estaban jugando en la plaza de Santo Domingo con un balón cuando Lucía le dio una patada muy fuerte y la pelota botando, botando casi cruza la calle yendo a parar así a la Iglesia de Santa Clara.

- ¡Lucía qué fuerte le has dado, menos mal que la hemos podido parar antes de que llegara a la carretera!
- Perdóname Oscar no quería darle tan fuerte. Por cierto ¿sabes qué es eso que se ve allí?
- Creo que es un convento donde viven monjas pero tiene algo especial, aunque no sé lo que es.
- ¿Especial? No sé si será especial pero mi abuela me dijo que escondía un palacio.
- ¿Un palacio en el centro de Murcia? ¡No sabes lo que dices!
- ¿Cómo que no sé lo que digo? Es un palacio y además árabe, aunque no sé muy bien qué puede hacer aquí.

- Espera un momento, a lo mejor mis padres nos lo dicen. Vamos a preguntarles.
- Venga vale.
Los niños cogieron su balón y fueron corriendo al banco que hay debajo del gran ficus de la plaza, donde se encontraban los padres de Óscar conversando tranquilamente.
- ¡Mamá, papá dice Lucía que ahí enfrente hay un palacio! ¿A que sólo es un convento y se lo está inventando?
Los padres sonrieron e intentaron explicarles lo que ellos conocían.

- Realmente los dos tenéis razón. Eso que hay ahí es la Iglesia y el convento de Santa Clara.
- ¿Has visto Lucía como yo tenía razón?
- Sí Oscar en eso tenías razón, pero también es verdad que es un palacio, y no un palacio cualquiera sino uno musulmán, que han restaurado y convertido en Museo para poder visitarlo- Dijo la señora López.
- ¿Musulmán? Yo creía que era árabe ¿qué significa que sea musulmán? – exclamó Lucía confundida.
- Estas personas practicaban la religión musulmana, por eso muchas veces se les llama musulmanes en vez de árabes.
- Ahh.
- A ver ¿vosotros sabéis cómo se fundó la ciudad de Murcia?
- Nooo.
- Pues mirad, hace mucho tiempo invadieron la península los árabes del norte de África, instalándose en ella durante casi 800 años. Cuando llegaron a esta zona no había nada más que el Río Segura y algunas casas por el monte pero no vivía nadie en el valle en el que se encuentra Murcia.
- Pero si no había ciudad, ¿dónde dormían?- Preguntó Óscar.
- Sí, ¿y qué comían? -Preguntó Lucía.- Porque si no había ni tiendas…
- En eso tienes razón, Lucía. -Dijo el señor López- Mirad, los musulmanes decidieron instalarse aquí creando una pequeña ciudad y convirtiendo todos los alrededores en fértiles huertas. Éstas se regaban gracias a acequias, construidas por ellos, para aprovechar el agua del río y evitar las inundaciones de las crecidas producidas por las lluvias, que había sido el motivo por el cual ningún pueblo se había instalado antes aquí.

- Es cierto cariño, además, dentro de la ciudad trabajaban la arcilla, las telas y producían todo lo necesario para vivir.
- Entonces, ¿El palacio de quién era?- Dijo Óscar.
- ¿De algún rey?- Preguntó Lucía.
- Pues el palacio lo mandó a construir un Emir de la ciudad, que era un noble muy poderoso, para que fuera su casa de verano.
- ¿Queréis saber algo curioso?
- ¡Sí!- contestaron Óscar y Lucía a la vez.
- Pues que este palacio estaba fuera de la ciudad, lejos del bullicio de los comerciantes, de los mercadillos y de la gente.
- Pero ¿esto no era ciudad?- Preguntó Lucía.
- ¡Si estamos en pleno centro!, ¡cómo no iba a ser ciudad!- Dijo Óscar.
- Pues lo que oís. Mursiya, que es el nombre que le pusieron a Murcia, era mucho más pequeña que ahora y estaba rodeada por una muralla que iba desde el río, pasando por el Barrio de Santa Eulalia, la calle de la Universidad de la Merced, por la zona del teatro Romea llegando hasta la calle Sagasta y terminaba en el mercado de Verónicas.

- De hecho, por algunos de estos sitios hay algunos restos de muralla excavados para que los podamos ver. ¿Queréis que otro día vayamos a visitarlos?
- ¡Siiiiiii!- Gritaron los dos niños.
- ¿Y cómo es el palacio?- Preguntó Óscar.
- Pues para verlo tendréis que ir a visitarlo.
- ¡ah! ¿pero se puede ver?
- Claro que sí, vamos a acercarnos porque aun está abierto, y preguntamos si podemos visitarlo ahora o tenemos que venir otro día.
- Venga, pues vamos a ver si tenemos suerte y podemos verlo.
Acto seguido se levantaron, guardaron la pelota en el coche y se dirigieron al Museo de Santa Clara, entrando a la recepción y preguntando a los guías si era posible una visita al palacio en ese momento.

- Por supuesto que sí, yo os acompañaré. Os contaré lo que vais a ver y vosotros me podréis preguntar lo que queráis.- Dijo una de las guías.

Al mismo tiempo que ella decía esto, los niños se acercaron y observaron una maqueta que representa el palacio.
- Esta es una reproducción del palacio andalusí que vamos a ver.

- ¿Andalusí?- Preguntaron los pequeños.
- Sí, es que a la zona de la península que conquistaron los musulmanes se le llamó Al-Andalus y por eso sus construcciones y los objetos que hacían se conocen como arte andalusí. De ahí que podamos decir que es un palacio andalusí. Y ahora si me seguís entraremos a visitarlo.

Caminaron a través del primer patio, el cual sorprendió mucho a los niños ya que no esperaban encontrarse un espacio con plantas y fuentes ahí dentro. Traspasaron la puerta de entrada y se encontraron con un libro escrito en árabe dentro de una vitrina y justo encima de él unas palabras de una persona muy importante en aquella época que se llamó Ibn Arabí:

“Mi corazón acepta todas las creencias.
Prado es para las gacelas,
y convento para el monje,
templo para ídolos,
kábila para peregrinos,
tablas de Torá y libro de Corán.
Profeso la religión del amor
doquiera cabalguen sus monturas,
pues el amor es mi sola religión y mi Fe”

La entrada al palacio les llevó a un espacio en el que, por un lado, encontraron la alberca y, por otro, unos arcos que conducían a una sala.

En este momento Lucía dijo: ¡claro como era una casa de verano tenían hasta una piscina!
- En realidad eso no es una piscina Lucía. – Respondió la guía con una sonrisa.- Eso se llama alberca y no es para bañarse.
- ¿Ah no? ¿Entonces qué hace ahí?- Preguntó Óscar extrañado.
- Veréis, cuando en un sitio hay una balsa de agua, alrededor de ella se crea un ambiente más fresco debido a la humedad y a la evaporación del agua. A esto se le llama microclima. Por eso hacían estas albercas, que además de refrescar, servían para regar los jardines y huertos.
- ¿Ese era su huerto para comer? Es muy pequeño
- Los Emires de los palacios eran ricos y no necesitaban el huerto para comer. Ellos tenían jardines con flores y frutos todo el año por otro motivo.

- ¿Cómo es posible que tengan flores y frutos todo el año? Eso no puede ser.
- ¿Veis que está dividido en cuatro partes y que están hundidas?
- Sí.
- Pues mirad, en cada uno de los arriates, que es como los llamaban, plantaban flores y frutos para cada época del año, de forma que siempre, al menos uno de ellos, estaría verde y tendría frutas.
- ¿Y por qué está hundido?
- Porque en su religión los jardines simbolizan el paraíso, que es como el cielo para los cristianos, y la forma en que ellos ven el paraíso es como un lugar en el que siempre hay agua, flores y frutos todo el año, al alcance de la mano. Por eso están más hundidos, para que los frutos de los árboles se puedan coger al pasar.
- ¿Y qué es esa sala que se ve detrás de nosotros?

- Pues una vez que pasemos los arcos vamos a llegar al salón del trono en el cual el Emir recibía las visitas. Venid conmigo ¿Veis esta parte de la derecha que está más hundida?
- Si, ¡qué raro!

- Eso son restos del jardín de un palacio andalusí mucho más grande que había antes de que construyeran éste. El que lo mandó hacer fue el rey Lobo.
- Ja ja, lobo. Que nombre más raro para un rey.
- Pues sí, pero de este rey Lobo es de quien proviene el apellido López.
- ¿López? ¡Yo me llamo así!, Óscar López.
- ¡Que bien!, pues ya sabes cuál es el origen de tu apellido. Además hay otra curiosidad más de ese primer palacio.
- ¿Ah si? Y ¿Cuál es?
- Pues que en medio de ese jardín, en esta parte que vemos ahora mismo, había una construcción decorativa en cuya cúpula encontramos esta imagen. ¿Sabéis qué es?

- ¡Parece una música!- comentaron contentos.
- ¡Exacto! Es una flautista. Debéis saber que esta figura es importantísima.
- ¿Por qué?
- Pues porque los musulmanes no representan nunca las figuras humanas o los animales, y por eso es algo único que tengamos estas muestras aquí, porque en la vitrina del fondo podemos ver más.
- ¿Podemos acercarnos?
- Claro que sí, además todo lo que encontramos en paredes y vitrinas son restos de la época. ¿Sabéis por qué está elevada esta parte de la sala?
- No, ¿por qué?
- Pues porque esto era la alhanía o alcoba.
- Mi abuela llama así a su habitación, alcoba.
- Claro, es que tenemos muchas palabras que provienen de los árabes y, efectivamente, esto era la habitación del emir. Del arco que veis arriba colgaban unas cortinas gigantes y al cerrarlas conseguía intimidad.

- Otra cosa que no sabéis es que este palacio era más grande de lo que veis ahora. Era tal y como lo habéis observado en la maqueta de la entrada.
- ¿Y por qué ahora es tan pequeño?
- Cuando comenzó la reconquista del territorio árabe a manos de los cristianos, Alfonso X y sus tropas tomaron Murcia. No hubo guerra, en realidad la ciudad se rindió y él se quedó con este palacio.
- Más adelante, un rey llamado Pedro I, al ver que la orden de los franciscanos crecía, y que se fundaba una nueva orden femenina, la de las hermanas Clarisas, decidió donar este espacio para que ellas hiciesen su convento y pudieran vivir aquí. De hecho, viven en la parte del palacio que hay al otro lado de la alberca.
- ¿Y las monjas no se pueden ver?
- No, porque son de clausura y eso significa que no las podemos ver. Sin embargo os puedo enseñar la colección de arte que han estado guardando durante años.
- ¡Vale!

Así subieron a la planta de arriba y comenzaron la visita entrando al coro alto, o sala de la cúpula de los dragones. Al pasar se acostaron en el suelo para ver mejor las pinturas del techo e intentar adivinar qué significado pueden tener.

También vieron el retablo de Santa Clara por medio del cual pudieron conocer cuál es el origen de la orden de las Clarisas y la historia de su fundadora: Santa Clara.

Al salir de esta sala continuaron observando y comentando las esculturas de los niños Jesús, algunas de las cuales les sorprendieron mucho, como el “Mayoral” con su anillo y todas las obras que las monjas han cedido a esta parte del museo.

Finalmente volvieron a la recepción muy contentos por todo lo que habían visto y aprendido, dando las gracias a los guías y prometiendo que volverían a visitarlos con sus amigos y familiares.


MARÍA MONTERO GARCÍA y CARMEN MARÍA FRUTOS RUBIO
Publicado por la Dirección General de Cultura en MArzo de 2007 (Modificando las imágenes y algunas actividades finales). Actualmente el cuento está en el Museo de Santa Clara a disposición de los escolares que lo visiten.

2 comentarios:

  1. el Museo de Santa Clara es un rincón precioso, ¿verdad?, realmente, en aquella alberca, tienes la sensación de estar en mitad de un pequeño paraíso, me encanta.

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  2. Yo estoy enamorada de ese sitio, el tiempo que estuvimos allí fue estupendo y la gente es encantadora. ¿Has estado de visita por allí?

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